un cortometraje de Annalisa Briganti, Clara Breyther y Myriam Medea Hofmaier

“No, prefiero tomar la ruta más larga, porque me da miedo” es la respuesta de Natalí a la pregunta ¿Tomarías la ruta más rápida para volver a casa, aunque eso implique un callejón, un parque o una calle vacía? en nuestra entrevista.

El acoso en la calle, ya sea físico, verbal o no verbal, constituye una forma de violencia sexual perpetrada por personas desconocidas en el espacio público, representando un comportamiento no deseado al que la víctima no consiente.

En la mayoría de los casos víctimas de tales acosos son mujeres. Los hombres también se ven afectados cuando no encajan en la imagen heteronormativa de la masculinidad o pertenecen a una minoría étnica (Tratner, 2022).

Según un estudio en Madrid, Barcelona y Sevilla, el 78 % de las experiencias reportadas por mujeres jóvenes en el espacio público urbano están relacionadas con la inseguridad debida al acoso. La mayoría de las experiencias de acoso no involucran contacto físico (comentarios de índole sexual, amenazas, persecución, acusaciones, etc.).

El 54 % de las experiencias de acoso ocurren por la noche, y el 43 % de las situaciones inseguras tienen lugar en la calle. Aunque muchas mujeres se sienten incómodas, cambian de acera o, a veces, ni siquiera salen debido a esto, no siempre lo perciben como un ataque, ya que para ellas es simplemente parte de la rutina diaria (Sensel, 2021). El 21 % de las mujeres jóvenes afirma haberse acostumbrado a tales experiencias.

Los piropos reflejan la idea de que los hombres tienen derecho a la sexualidad de las mujeres y contribuyen a percibir a estas como objetos sexuales. Estos construcciones sostienen el orden patriarcal, donde las mujeres están subordinadas y se sienten indefensas y vulnerables (Flouli et al., 2022).

Las consecuencias del acoso incluyen emociones negativas como la ira, el miedo, el asco, la vergüenza corporal, la humillación, la impotencia y la desempoderación (Chhun, 2011). La objetivación sexual conduce a la autoobjetivación, una imagen corporal y conciencia negativas, así como una autoevaluación devaluada en las mujeres (Fairchild & Rudman, 2008). Estas experiencias pueden tener consecuencias a largo plazo, como traumas, ansiedad, trastornos del sueño o depresión (Gräber & Horten, 2021).

En promedio, solo el 3 % denuncia ante las autoridades o las fuerzas del orden. El 90 % de las mujeres jóvenes afirma que no recibió ayuda de las personas presentes. El 97 % de las mujeres jóvenes acosadas en la calle no presenta denuncia. A pesar de que el acoso en la calle es una forma de violencia a la que muchas mujeres se enfrentan a diario, según la información de UN Women, en 177 de los 189 países que han firmado el Convenio sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer, no existen legislaciones específicas contra el acoso en la calle.

En España, el acoso sexual en la calle fue penalizado por primera vez en 2022. El artículo 173 del Código Penal establece que una persona puede ser procesada por expresiones, comportamientos o propuestas de índole sexual que creen una situación objetivamente degradante, hostil o intimidatoria para la víctima, sin que esto constituya otro delito más grave. El acoso en la calle puede ser perseguido penalmente tras la presentación de una queja por parte de la persona afectada.